Esta nueva ola modificó las normas narrativas y temáticas del mundo del cine y abordó críticamente la totalidad de la historia del mismo, significando en su valía la importancia de la teoría de autor.
El término nouvelle vague (nueva ola) surgió de una encuesta periodística realizada entre la juventud francesa, y no tardó en aplicarse a los nuevos cineastas cuyas primeras películas se exhibieron en 1959 y 1960: Claude Chabrol, François Truffaut, Alain Resnais, Godard. Más allá de la diversidad de los estilos, los nuevos cineastas, procedentes en su mayoría de la crítica de cine (en especial de la revista Cahiers du Cinéma) o del documental, rechazaban las estructuras generales del cine de la época, que juzgaban excesivamente académicas. En cambio, defendían la espontaneidad y el rodaje en exteriores, y también expresar en la pantalla su cultura cinematográfica, incluso su talento de autodidactas, recurriendo a veces a la improvisación.
Los creadores de la Nouvelle Vague se preocupaban por que el film se considerase por encima de todo como una obra de autor, significaba que el director tenía que encontrarse creativamente por encima de cualquier otro personaje envuelto en la producción de la película, la película tenía que salir de él; ni el guionista, ni el productor, ni los estudios podían inmiscuirse en la labor creativa del verdadero hacedor del film, el director y sus ideas sobre el cine y la vida.
Al mismo tiempo, proclamaban una mayor libertad narrativa, ausencia de comercialidad como fin y un mayor número de filmaciones en localizaciones exteriores y naturales.
El éxito de estas películas, debido al talento de los jóvenes realizadores, a su proximidad con las aspiraciones de un público en vías de rejuvenecimiento y a incontestables innovaciones, favoreció la producción de numerosos largometrajes confiados a debutantes (un centenar entre 1958 y 1962). La nouvelle vague fue menos una auténtica escuela estética, como el Free Cinema británico o el neorrealismo italiano. Las transformaciones económicas del cine francés y la aparición de nuevas ayudas públicas (Anticipo sobre taquilla, creado en 1959) contribuyeron a su expansión.
En la edición del festival de Cannes de 1959 Orfeo Negro (Marcel Camus) recibe la Palma de Oro y Truffaut es elegido como mejor director por Los 400 golpes. Además se proyecta Hiroshima mon amour (Alain Resnais). Estos acontecimientos se citan habitualmente para marcar el comienzo del movimiento. Fue fundamental la incorporación de nuevas técnicas de rodaje que hicieron disminuir la importancia del uso de estudios tradicionales. La aparición de los magnetófonos multiplicó el uso de la toma de sonido directo. No siguieron la pauta del neorrealismo italiano, con predilección por las pesadas cámaras Debrie, e importaron modelos desarrollados por documentalistas norteamericanos. El uso de las Arriflex B.L. quedaría casi institucionalizado para el rodaje de largometrajes de ficción.

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